El poblado talayótico de Biniaiet Vell/Sant Vicenç d’Alcaidús está repartido entre dos fincas agrícolas diferentes. Fue dado a conocer por J. Ramis y Ramis en 1818 como uno de los poblados más grandes y mejor conservados de Menorca, pero entre 1917 y 1918 gran parte de los restos fueron destruidos para utilizar la piedra en la reforma y reparación de la carretera general, convirtiéndose en un ejemplo de la destrucción que han sufrido los vestigios arqueológicos de la isla en los últimos siglos.
De la visita cabe destacar el entorno y las vistas impresionantes de las que podemos disfrutar desde sus dos talayots (había un tercero que fue destruido en las obras de la carretera general) y la gran cantidad de pilastras que permanecen en pie. Esta parte, situada en lo alto de la colina, pertenece a Biniaiet Vell.
Debajo de la colina hay un conjunto monumental de cuatro círculos adosados unos a otros con una sala hipóstila en el extremo oeste. En la visita también podemos encontrar restos de otro círculo, dos habitaciones romanas y un pequeño hipogeo de planta sencilla. Esta parte queda dentro de la finca de Sant Vicenç d’Alcaidús.
Horario: Accés lliure
Precio: Gratuït
Visitable: Si
Acceso: Al punt quilomètric 6 de la Me-1, trobam un camí asfaltat. No està senyalitzat
Aparcamiento: Habilitat
Visitas guiadas: No
Contacto:
Servicios: No
Acceso a personas con movilidad reducida: No
Más información Ver mapa
Más información: Desde el aparcamiento aparece un pequeño camino que sube un peñasco donde hay un acceso al interior de un círculo que conserva grandes pilastras de piedra y un portal, que queda algo escondido por la vegetación. Esta casa es la primera que encontramos camino a la cima, donde hay un talayot muy degradado. Se accede a través de un paso moderno y desde arriba podemos gozar de unas espectaculares vistas sobre casi todo el término de Maó y buena parte del de Alaior. Alrededor del talayot se observan grandes escombros que posiblemente esconden estructuras antiguas, tal vez algún recinto de taula, ya que es extraño que un poblado tan grande no tuviera. Sin embargo, hasta que no se hagan excavaciones arqueológicas este hecho no podrá afirmarse con certeza.
En 1916, la parte alta de la colina fue objeto de una excavación arqueológica dirigida por A. Vives Escudero y F. Hernández Sanz, que contó con financiación estatal. Alguno de los materiales provenientes de esta intervención pueden contemplarse hoy en día en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Excavaron parte de un conjunto de casas talayóticas, adosadas unas a otras.
Respecto a los círculos de abajo de la colina, fue su excavación, entre 1958 y 1966, la que permitió a M. Lluïsa Serra descubrir que estas construcciones circulares de los poblados talayóticos correspondían a viviendas, lo que explica su abundancia. Suele haber muchos círculos en cada poblado, son muy similares entre ellos y se han encontrado evidencias de actividades cotidianas como cocinar, comer, tejer, dormir...
En esta zona encontramos un conjunto de cuatro círculos adosados unos a otros, con sus correspondientes patios exteriores. Estas casas presentan una forma circular o cuadrangular con las esquinas redondeadas. Cuentan con un patio central, que da acceso a las habitaciones, dispuestas de forma radial a su alrededor. Tienen una zona semicircular, donde se cocinaba, en el extremo noreste del patio. Estos círculos en concreto forman el límite norte del poblado, como si de una muralla o muro de cierre se tratara.
Destacan también los restos romanos correspondientes a un edificio de nueva planta de época romana del que no se conoce su uso (normalmente en esa época se reutilizaban los poblados talayóticos y se reformaban los espacios interiores). Cerca de esta construcción encontramos otra, donde podemos ver los restos de un espacio de producción con un depósito para líquidos recubierto de mortero, también de época romana.