Margarita Orfila es catedrática de Arqueología por la Universidad de Granada, donde desempeñó su labor como docente, así como en la Universitat de les Illes Balears y en la Universidad de Valencia. La Dra. Orfila está especializada en el mundo romano y actualmente es la presidenta del Ateneu de Maó. Ha dirigido las excavaciones de Pollentia (Alcúdia, Mallorca) y la Cova dels Jurats en Calescoves (Menorca), entre otras.
¿Cómo nació su interés por la arqueología?
Muy sencillo, tuve la suerte de pasar los veranos de mi infancia en Calescoves, justo coincidiendo con los años en que se llevaron a cabo las excavaciones arqueológicas que desarrolló Cristòfol Veny. Fue como un juego, todas las mañanas con los arqueólogos, y de juego acabó siendo mi profesión.
Precisamente la Cova dels Jurats, en la necrópolis de Calescoves, centró sus últimos trabajos de investigación en Menorca. ¿Qué despertó su interés por este yacimiento, a parte de las vivencias de infancia?
La cueva ha llamado la atención desde siempre a muchos investigadores. Las inscripciones rupestres romanas en la entrada, ya dadas a conocer por Joan Ramis en 1817; una gruta de unos 20 metros de longitud sellada por los desprendimientos del techo, que solo dejaron espacio para intervenir en un pasillo lateral y parte del fondo de la misma, y las evidencias de que no se había destinado a enterramientos, como sí lo fueron el casi centenar de cuevas que dan nombre a la cala, eran algunos los motivos que atraían para llevar a cabo una intervención arqueológica en este lugar. Dedicándome yo a la época romana, desde que inicié mi carrera académica tuve en mente que algún día investigaría esta cueva. Era prioritario crear un equipo de arqueólogos y filólogos, como fue el caso, dado que los responsables fuimos el Dr. Marc Mayer, filólogo y epigrafista de gran prestigio; la profesora de la Universidad de Macerata (Italia) Giulia Baratta, y yo misma. El resultado fue muy bueno para el conocimiento de las actividades culturales de los menorquines desde el siglo II a. C. hasta mediados del siglo III d. C.
Las excavaciones determinaron que se trataba del primer santuario rupestre documentado en la cultura talayótica. ¿Desde cuándo estuvo en uso? ¿Cómo fue el proceso que les llevó a esta conclusión?
Las evidencias arqueológicas y filológicas fueron muy claras, como confirma la repetición de una fecha en las inscripciones talladas en la roca: las “XI Kal(endas) Maias”, que equivale al 21 de abril, el día señalado por las fuentes romanas como el día en que Rómulo fundó Roma en el 753 a. C. Una fecha muy importante en el calendario romano, pues no solo se conmemoraba esa fundación, también era el dedicado a la diosa Parilia, protectora de los nacimientos. Son unos datos que llevan a poder proponer como interpretación que se está frente a un santuario dedicado a estos dos eventos. Es más, en el estudio que el Dr. Mayer desarrolló se pudo comprobar que estas inscripciones estaban datadas —no se pudo identificar la fecha en todas debido al mal estado de conservación que presentan—, dado que están encabezadas por referencias consulares, que es el modo de señalar el año en que se estaba en época romana. La más antigua, entorno al año 125 d. C.; la más moderna, cercana al 230 d. C.
Por otra parte, la intervención mediante excavación en el interior de la gruta permitió determinar un uso sacro desde finales del siglo III a. C. y sería, por tanto, el único santuario relacionado con la cultura talayótica en cueva, donde la comensalidad fue un hábito. También que fue frecuentado hasta finales del siglo III d. C., coincidiendo con las fechas de las últimas inscripciones del exterior que se han podido datar.
De los estudios más recientes sobre la cultura talayótica, ¿cuál destacaría?
No podría destacar ninguno, dado que todas las intervenciones que se desarrollan en las últimas décadas son de alto nivel. Las de las cuevas de Es Càrritx, Es Mussol o la de Es Pas han dado una información impresionante sobre el mundo de los muertos en la prehistoria de Menorca, tal como se corrobora en la cueva de Biniedrís, que está en proceso estos años. Excavar Cornia Nou, todo lo que se lleva a cabo en Torre d’en Galmés, las intervenciones en Son Catlar, las que se hicieron en Talatí, los trabajos en los recintos de taula…
En 2009, cuando era responsable de la Sección de Historia y Arqueología del Institut Menorquí d’Estudis, propuso a la sección la presentación de la primera candidatura de Menorca Talayótica a la UNESCO, un acuerdo que posteriormente asumió el Consell Insular de Menorca. ¿Qué le hizo dar ese primer paso que pondría en marcha todo el proceso?
Creo que las intervenciones en Cornia, con ese pasadizo en el talayot pequeño o la escalinata del mayor, de alguna manera me hicieron reflexionar en cuanto a la monumentalidad, la singularidad y la espectacularidad, además del increíble estado de conservación, de los bienes de la prehistoria de Menorca. También la densidad de yacimientos y que han perdurado y se han usado de alguna manera hasta la actualidad. Quiero recordar aquí a don Juan Hernández Mora y su frase sobre que la arqueología es la “historia que se puede ver”, y realmente nuestros restos se ven, ¡caray si se ven! Cuando en la sección del IME salió este tema, todos los miembros presentes en esa reunión acordaron que debíamos aspirar a que la cultura talayótica de Menorca fuera declarada Patrimonio Mundial.
Por otra parte, el que haya en España muy pocos bienes prehistóricos declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO fue otro de los acicates. Además, no debe dejarse de lado que cuando un bien, o bien seriado como es nuestro caso, recibe esa distinción, el llamado turismo cultural aumenta más de un 50% y no es estacional. Estos factores también pesaron a la hora de proponer la candidatura en la sección de Historia y Arqueología del IME.
Como miembro de la Comisión Permanente de la candidatura ha contribuido con escritos y revisiones al nuevo expediente que se ha presentado recientemente en la sede parisina de la UNESCO. ¿En qué se ha mejorado respecto al anterior?
La base documental del primer dosier fue muy importante, ya había un trabajo hecho y eso hay que destacarlo. El cambio más consustancial con relación al anterior es que toda la información del actual expediente está enlazada a través de un relato, que era la carencia que tenía el anterior, más focalizado en presentar en sí los bienes de la candidatura. Creo que la labor de Cipriano Marín es impresionante, y que las colaboraciones de todos los que se han implicado en este proyecto tan ilusionante han arropado y enriquecido el actual dossier. Toda la serie de reuniones, tanto de la Comisión Permanente, como las que se han organizado con miembros externos, han potenciado el resultado final de este documento. Digamos que se tenía un diamante en bruto y que en estos años se ha pulido.
Como presidenta del Ateneu, ¿qué actividades de apoyo a la candidatura se han realizado?
Pues en ese sentido se han realizado una gran diversidad de actos en los últimos años y en apoyo del primer intento de declaración: desde ciclos de conferencias, como el que duró más de un curso y que permitió conocer los bienes Patrimonio de la Humanidad españoles que son arqueológicos, hasta presentaciones del proyecto. No obstante, hay que coger las ideas al vuelo y seguro que algo más organizaremos de aquí a la primera mitad del 2022. ¡Las ganas y la ilusión por esta candidatura están ahí!