“Para las sociedades del pasado, el celaje era tan importante como su entorno terrestre y marino”

protagonistas menorca talayotica juan antonio belmonteEl astrónomo Juan Antonio Belmonte Avilés es miembro del Consejo Científico de la Agencia Menorca Talayótica y uno de los autores del expediente de la candidatura menorquina a Patrimonio Mundial de la UNESCO. Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Barcelona y Doctor en Astrofísica por la Universidad de la Laguna, desarrolla su actividad profesional como Profesor de Investigación en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), desde donde lleva a cabo investigaciones en exoplanetología y arqueoastronomía. En las últimas décadas ha centrado sus investigaciones en las tradiciones astronómicas de las antiguas culturas del Mediterráneo. Actualmente, es presidente de la comisión “Patrimonio mundial y astronomía” de la Unión Astronómica Internacional (IAU).

A esta labor científica se suma su amplia trayectoria como docente y divulgador: ha publicado una quincena de libros y redactado más de dos centenares de artículos sobre esas materias, tanto en revistas científicas como de divulgación. Está asociado al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna, donde ha impartido clases de Historia de la Astronomía y Arqueoastronomía, e imparte Habitabilidad y Astrobiología. También ha sido director del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife (1995-2000), presidente de la Sociedad Europea de Astronomía Cultural (SEAC, 2005-2011) y del Comité de Adjudicación de Tiempos (CAT) de los observatorios de Canarias (2003-2011).

Empecemos conociendo un poco su trayectoria personal. ¿Qué le llevó a inclinarse por el estudio de los astros?
En los momentos difíciles de la adolescencia uno toma decisiones sin saber muy bien el porqué. Mi pasión era la historia y la geografía, mi familia estaba plagada de médicos, parecía que el destino me inclinaba a esta última especialización. La historia, a finales de los setenta, además de la docencia, no ofrecía mayores perspectivas. Y, de pronto, descubrí la astronomía. Además, para ser astrofísico había que estudiar Física, carrera que no existía en Murcia, mi ciudad natal.

Mis hermanos no paraban de presionarme con que tenía que salir de casa, por ello siempre bromeo que de haber habido Física en Murcia, yo sería arquitecto. Y a los 18 años recién cumplidos tomé la decisión. Me marché a Barcelona, pero nunca olvidé mi pasión por la historia, las lenguas antiguas, la arquitectura, la cosmografía. Egipto, Asiria y Roma serían una constante en mi vida.

De una pasión nació una profesión. ¿Cómo llegó a especializarse en arqueoastronomía?
Al terminar mis estudios en la especialidad de Astrofísica en Barcelona, me fui al IAC, en Tenerife, por aquel entonces una institución joven, bisoña, pero muy prometedora e ilusionante. Inicié una tesis en física estelar y es muy posible que hoy siguiera estudiando el interior de las estrellas, a través de la astrosismología, si una serie de casualidades no me hubieran puesto frente a una disciplina de la que desconocía todo pero que me ofrecía una perspectiva soñada de unir todas mis pasiones: la arqueoastronomía.

No existía, y sigue sin existir al menos en castellano, ningún estudio reglado que permitiera formarse en una materia transdisciplinar que escapaba a todas las clasificaciones. Por ello, se puede decir que soy autodidacta. Leí todo lo leíble, e invité a impartir parte del curso de doctorado de Historia de la Astronomía, del que me había hecho cargo, a la flor y nata de la arqueoastronomía mundial. Anthony Aveni de Colgate, Michael Hoskin de Cambridge, Clive Ruggles de Leicester, Ivan Sprajç de Ljubliana, Stanislaw Iwanizewski del INAH, en México, Rolf Krauss de Berlín, entre otros, pasaron por el IAC y, a la par que mis alumnos, me fui empapando de sus conocimientos y saber hacer.

El cambio de siglo fue una época prodigiosa en ese sentido. En 2005, con proyectos en marcha en Egipto, la Península Ibérica, las islas del Mediterráneo, y el norte de África, casi sin darme cuenta, fui elegido Presidente de la SEAC. La arqueoastronomía, ahora más conocida, y mejor citada, como astronomía cultural, se había transformado de una pasión en una profesión. Mi referente como investigador desde entonces, junto con los exoplanetas, mi cordón umbilical con la astrofísica.      
  
naveta tudons nocturna¿Qué datos proporciona la arqueoastronomía para conocer una cultura antigua como la talayótica?
La arqueoastronomía es una arqueometría más relacionada con la arqueología del paisaje. No podemos olvidarnos de lo que ocurre del horizonte para arriba si queremos entender las sociedades del pasado: el celaje era para ellos tan importante como su entorno terrestre y marino, el paisaje. La astronomía es además la única disciplina que nos permitía orientarnos en el tiempo y en el espacio, antes del hallazgo de la brújula, los GPS y los relojes atómicos. Además, los cielos con sus movimientos regulares y su aparente inmutabilidad ofrecían patrones que ayudaban a crear una cosmovisión y una escatología que, aunque escapaba a (casi) toda comprensión, producía esperanza.

Por ello se orientaban edificios hacia la bóveda celeste, y se les enmarcaba dentro del paisaje sin olvidar el celaje correspondiente. Se establecían patrones que se seguían durante siglos. Se creaban calendarios mediante la observación del sol, la luna y las estrellas para controlar el tiempo. Se mapeaban los cielos para tener una guía, sobre todo para navegar en mares procelosos o en desiertos inhóspitos. Todos esos son los datos que analiza la astronomía cultural y, en particular, la arqueoastronomía cuando hablamos de edificios antiguos. Menorca en ello es un paradigma.

¿Qué fue lo que le llevó al estudio de la cultura talayótica y cómo comenzó su relación con Menorca?
El responsable es mi mentor, el profesor Michael Hoskin de la Universidad de Cambridge. Michael había sido pionero en los estudios de arqueoastronomía en España, precisamente en Menorca, cuando a finales de los ochenta trabajó en las taulas, las navetas y los sepulcros megalíticos de la isla. En 1993, hace ya treinta años, contacté con él para ver si quería contribuir a una obra colectiva, Arqueoastronomía Hispana, que iba a editar Equipo Sirius, la editorial de la revista [Tribuna de] Astronomía por aquel entonces. Su repuesta fue entusiasta.

A mí me tocó traducir y editar sus capítulos, incluido el dedicado a la cultura talayótica, y ese fue mi primer contacto con Menorca. A finales del siglo XX pasé una larga temporada en la isla y me enamoré de ella. Poco después trabajé en Mallorca, y la cultura talayótica pasó a ser una más de mis líneas de trabajo que además relacioné con mis trabajos en la isla de Cerdeña, tan diferente y a la vez tan parecida a Menorca.

¿Cómo era la relación de los talayóticos con el celaje?
Los estudios de arqueoastronomía demuestran que la población que llegó a Baleares hace poco más de 4.000 años importó con ellos sus costumbres orientativas funerarias, lo que ha servido para sugerir el origen de estas gentes en las costas del Golfo de León.

Por otra parte, sus cultos suntuarios, representados por los recintos de taula, sugieren la necesidad de observar el cielo en horizontes abiertos, donde se vislumbraban patrones, asterismos (constelaciones), hoy invisibles desde la isla de Menorca. La conexión directa entre estos y los cultos se nos escapa, pero es muy sugerente percatarse de que cuando estas estrellas desaparecieron del cielo menorquín, las taulas dejaron de construirse. Aunque la relación causa efecto no es demostrable, no deja de ser indicativa.
   
¿Y qué herramientas o conocimientos usaban los talayóticos para orientarse con las constelaciones?
No sabemos a ciencia cierta qué constelaciones conocían los pueblos de las Baleares. Como no navegaban, ignoramos si mapearon el cielo con ese objetivo. Tampoco sabemos si usaban determinados asterismos para orientarse en el tiempo, como por otra parte hacían muchos otros pueblos mediterráneos contemporáneos. También desconocemos si rendían culto a alguna estrella, planeta o constelación.

Sin embargo, sí que resulta sugerente percatarse de que Sirio, la estrella más brillante del cielo hacia la que se orienta la taula de Torralba, era un hito estacional de primer orden, por ejemplo en Egipto, donde además era un avatar de la diosa Isis. El hallazgo de piezas egipcias en las excavaciones, o la mención de Caelestis en Son Catlar, es sugerente pero no podemos ir mucho más allá.

También se ha hablado mucho de la posible relación entre las culturas ciclópeas de Menorca y Cerdeña; por ello, el que edificios singulares de estas dos civilizaciones estén orientados a los mismos grupos de estrellas, como la Cruz del Sur o las lúcidas de Centauro, plantea enigmas muy interesantes.
  
Destacando la importancia de la figura de Michael Hoskin, ¿cuáles son las principales conclusiones de sus investigaciones en Menorca en las que usted colaboró?
Mi colaboración con Michael culminó en la publicación en 2001 de Reflejo del Cosmos, nuestra obra conjunta. Para entonces, yo ya había asimilado todos sus hallazgos en Baleares e Iberia haciéndolos míos, en cierto sentido. Esa amistad y colaboración continuó durante las dos décadas siguientes hasta su fallecimiento en 2021 con 91 años.

Por entonces, yo era ya el principal divulgador de su trabajo, entremezclándolo con el mío. Sus primeras hipótesis se veían reforzadas por lo hallazgos posteriores, incluso sobrevivieron a determinados cambios de paradigmas, como las nuevas fechas para las taulas, más cercanas en el tiempo.    

juan antonio belmonte¿Qué hipótesis baraja como más plausible para explicar las orientaciones de los monumentos talayóticos?
Por todo lo anterior, cuando surgió la posibilidad de introducir los estudios de astronomía cultural como un elemento más de la candidatura de Menorca Talayótica a Patrimonio Mundial, y dada la avanzada edad de Michael, yo me encontraba en la posición ideal para hacer de embajador de los cielos de Menorca como un referente cultural de primer orden, que caracterizaba los atributos y reforzaba el valor universal excepcional de los mismos.

Planteamos cuáles podían ser aquellos referentes más importantes que caracterizaban a la isla y la singularizaban a la hora de afrontar el tan necesario análisis comparativo con sus potenciales rivales, como Cerdeña o Malta, entre otros. Por ello, retomamos las hipótesis de la orientación de los dólmenes, las navetas y las taulas que habíamos planteado con anterioridad.

Los monumentos funerarios parecían obedecer a una patrón lunar. Las taulas a un patrón estelar. El sol, por ahora, no ha ofrecido pruebas irrefutables, pero los efectos de luces y sombras dentro de algunas cuevas funerarias ofrecen perspectivas interesantes para el futuro.     

Para usted, ¿cuál es el monumento que mejor representa la cosmovisión de los talayóticos?
Pregunta difícil. Mi favorita es el recinto de taula de Torralba d’en Salort, pero también es cierto que es la excepción a la regla, por lo que no es la estructura más representativa.

En ese sentido, el excepcional conjunto de Torre d’en Galmés es insuperable. Hay de todo: talayots dominando el paisaje, una taula orientada al mar y a la Cruz del Sur y, en las cercanías, un dolmen (Ses Roques Llises), que evoca migraciones del pasado. Pero podría seguir…

¿Cómo han contribuido sus estudios y los de Michael Hoskin a singularizar la cultura talayótica de Menorca de cara a la posible nominación como Patrimonio Mundial?
Después de esta desesperante incertidumbre, de completarse con éxito la declaración de Patrimonio Mundial en Riad en unos meses, que es lo que todos esperamos y deseamos, esta será la tercera vez que la arqueoastronomía haya jugado un papel relevante en la inscripción de un bien español en la lista. Sus antecedentes han sido Antequera y las cumbres de Gran Canaria. En todos ellos me he visto involucrado y mi participación creo que ha representado alguno de los momentos de mi carrera como arqueoastrónomo de los que me siento más orgulloso.

Sin Michael, ni Antequera ni Menorca hubieran incluido el celaje y su interacción con el paisaje como una parte fundamental del valor universal excepcional de los atributos de la candidatura. En Menorca, su situación, una tierra encerrada entre el cielo y el mar, la observación del celaje y su interacción con el paisaje ha sido un elemento fundamental. Por ello, era crucial que estuvieran representados en la memoria de la nominación y, por mi experiencia en el proceso de evaluación, en el que fue un placer y un honor participar, y aunque no quiero adelantar acontecimientos, fue un factor que ayudó, y mucho, a la puesta en valor y al sex appeal de nuestra candidatura.

Michael vivió para ver los dólmenes de Antequera declarados Patrimonio Mundial, estoy seguro de que estará muy orgulloso, allá donde esté, aunque solo sea en nuestra memoria, cuando Menorca Talayótica lo logre.     

 
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