
Mikel Herrán (Zaragoza, 1991) es arqueólogo, investigador y uno de los referentes más destacados en redes sociales en el ámbito de la divulgación científica y patrimonial en España. Graduado en Arqueología por la Universidad Complutense de Madrid, realizó un máster en Arqueología del mundo árabe e islámico en el University College London (UCL) en su campus en Qatar (UCLQ), su tesis doctoral centrada en procesos de identidad y memoria en contextos arqueológicos de época medieval islámica en la península ibérica.
Con una sólida trayectoria académica internacional, Herrán ha trabajado en proyectos arqueológicos en distintos países de Europa y Oriente Próximo. No obstante, su proyección pública se ha visto especialmente reforzada por su labor como divulgador en redes sociales, YouTube y otras plataformas digitales, donde ha conseguido acercar el conocimiento arqueológico a un público amplio, joven y no especializado.
Su estilo directo, inclusivo y comprometido con una visión crítica del pasado lo ha convertido en una voz relevante dentro del debate sobre el papel social de la arqueología. En abril de 2025 visitó Menorca con motivo de una conferencia en el Ateneu de Maó y aprovechó su estancia para recorrer diversos yacimientos talayóticos de la isla acompañado por el director de la Agència Menorca Talaiòtica, Antoni Ferrer, y la catedrática de Arqueología de la Universidad de Granada, Margarita Orfila.
¿Qué te motivó a especializarte en arqueología y, concretamente, en la divulgación del patrimonio histórico?
Siempre me interesó saber cómo vivía la gente. De pequeño me gustaba la historia, sí, pero recuerdo que disfrutaba muchísimo más yendo a yacimientos donde podía ver las cosas más cotidianas. Creo que más allá de las grandes narrativas, podemos entender mucho de las sociedades del pasado y las actuales a través de cómo nos movemos por el mundo y cómo interactuamos con lo material, con los restos que dejamos atrás. Las ganas de divulgar vinieron mucho más adelante, y fueron sobre todo fruto de una frustración tras ir a conferencias académicas y ver cómo había un salto enorme entre el conocimiento especializado y lo que la sociedad (incluso mis padres) piensa que es la arqueología o que era el pasado. Pensé que podía probar a aportar mi granito de arena para acercar el pasado a todo el mundo y hacerlo accesible.
Recientemente estuviste en Menorca con motivo de una conferencia en el Ateneu de Maó. ¿Cuál fue la temática central de tu intervención y qué recepción tuvo por parte del público local?
Fui a hablar de la necesidad de divulgar pasados plurales, es decir, de tratar de deshacernos de nuestros sesgos y asunciones cuando miramos al pasado e ir más allá del protagonista de siempre. En mi caso me interesa mucho la historia y la arqueología de la disidencia sexual y de género, que podemos rastrear desde la Prehistoria. Tuve la oportunidad de tener una conversación muy constructiva e interesante con Maiti, que fue quien me invitó, y la verdad que el recibimiento por parte del público fue estupendo. Creo que mucha gente se ha sentido excluida de las reconstrucciones y relatos que hacemos del pasado. Se ha tendido a entender que sólo hay una historia, pero nos dejamos fuera a muchísima gente. Empezando por las mujeres, que siendo la mitad de la población quedan sorprendentemente ausentes del discurso, pero también esclavos, personas discapacitadas, niños, trabajadoras sexuales... Son sujetos que a menudo quedan relegados a una nota al pie o son olvidados completamente.
Durante tu estancia, tuviste la oportunidad de visitar diversos yacimientos de la Menorca Talayótica. ¿Qué valoración general haces de estos enclaves patrimoniales?
Tengo que decir que no sabía casi nada de la Prehistoria de Menorca. Tuve la enorme suerte de que Antoni y Maiti me hicieron un tour, breve pero intenso, para entender mejor cómo fue la evolución de estas sociedades a lo largo de los siglos. Obviamente conocía los talayots como las atalayas, pero me encantó conocer la variedad de estructuras, el control del paisaje y el espacio y sus modos de culto religioso de estas sociedades. Creo que la riqueza arqueológica de Menorca es casi abrumadora, y me hubiera gustado poder estar más tiempo para conocerla y disfrutarla aún más.
¿Hubo algún yacimiento o elemento en particular que te impresionara especialmente?
Me sorprendió sobre todo
Torre d’en Galmés por su tamaño y por el tamaño de sus hábitats. No conocía nada del mundo doméstico talayótico y la forma de construir las casas, los materiales empleados y la organización del espacio doméstico me parecieron algo único, al menos para los contextos con los que yo estoy familiarizado. Pero si tuviera que señalar un elemento general de la cultura talayótica que me sorprendió, fue su relación con el mar y la muerte. El hecho de que una cultura insular no parece habitar la primera línea de costa, ni enterrar a sus difuntos ahí en su primera época, me abrió muchas preguntas acerca de los significados que adopta el mar cuando estás rodeado por él.
¿Cómo describirías la singularidad del patrimonio talayótico en comparación con otros paisajes arqueológicos mediterráneos?
Creo que es ante todo una cuestión de lo bien conservado que está, y lo ubicuo que es. La asociación entre paisaje y hábitat es algo bastante común en las sociedades preindustriales, pero en el caso de la cultura talayótica, la interconectividad de los talayots y los yacimientos muestran un entorno muy habitado y muy bien aprovechado, y unas sociedades que, incluso si no vemos grandes desigualdades, debían ser complejas. En este sentido, la cultura talayótica desafía muchas de las preconcepciones que tenemos sobre qué tipo de sociedades son capaces de construir monumentos, u organizarse de formas complejas.
¿Qué relevancia consideras que tiene la declaración de la Menorca Talayótica como Patrimonio Mundial por la UNESCO?
Creo que más allá de dar visibilidad a este patrimonio como algo único, con suerte pueda concienciar sobre la necesidad de protegerlo, y dotar a los profesionales y organismos de fondos necesarios para ello. Además, siendo las Islas Baleares un destino turístico buscado sobre todo por un turismo de playa, la declaración de la UNESCO puede dejar clara la rica historia y cultura de Menorca en particular (y con suerte las islas en general). Con suerte la declaración también permita poner en valor el paisaje de Menorca y dejar claro que patrimonio cultural y natural van de la mano.
Desde tu perspectiva como divulgador, ¿qué estrategias crees que pueden potenciar la difusión internacional de este legado?
Creo que Menorca ya tiene una proyección internacional, y que el patrimonio puede ser una forma de enriquecer y hacer crecer esa proyección ya existente. Menorca no apela, o no sólo, por un turismo de playa o por sus parajes naturales y sus calas, sino por un paisaje en el que lo natural y lo antrópico son inseparables. El paisaje está salpicado por los restos de la cultura talayótica. En este sentido crear rutas que integren el paisaje natural y el cultural me parece que es fundamental para subrayar esa riqueza que es única de Menorca.
¿Qué papel crees que puede desempeñar la arqueología pública y la comunicación en la preservación del patrimonio en contextos como el menorquín?
Creo que en un contexto que corre el riesgo de estar absorbido por el turismo, y un turismo de consumo, la arqueología pública puede ser una buena forma de equilibrar lo local y lo global. Es decir, puedes tener un patrimonio que llame la atención de la gente, que no se concentre en las playas, pero también que ese turismo sea responsable y quiera conocer más del sitio que visita, y de la cultura local. Por otro lado, puede ser un buen aglutinante para la gente que vive y trabaja en Menorca, esa idea de que existen unas raíces, pero sin excluir. Que Menorca ha estado habitada desde hace milenios y que sus habitantes han formado parte de la historia del Mediterráneo y que han vivido de mil formas distintas.
Eres una figura destacada en la divulgación arqueológica, especialmente en plataformas digitales. ¿Qué te llevó a apostar por estos canales para comunicar el pasado?
Cuando me planteé el tema divulgativo fue directamente por las redes sociales, creía que eran la forma más fácil de llegar a más gente, y de hacer lo que yo quisiera para contar las cosas como yo quisiera. Digamos que me daba libertad y, si no funcionaba, también sabía que nadie me habría visto y al menos yo lo había intentado. Era una salida creativa para mí. No creo que las redes sociales sean un mundo aparte, y he tenido la suerte de que con el tiempo he entrado también a la divulgación en medios más tradicionales. Pero habría sido imposible si no hubiera estado probando, acertando y fallando en el espacio seguro que era mi casa, hablando delante de mi móvil.
En un contexto de sobreinformación y redes sociales, ¿cómo se puede lograr captar la atención del público general hacia temas complejos como la arqueología?
Creo que la curiosidad por los detalles cotidianos es una buena forma. Todos comemos, todos nos lavamos, dormimos, cagamos, y mil cosas que no parecen importantes, pero que han cambiado mucho con el paso del tiempo. Y cuando le planteas a la gente que la forma de hacer las cosas que tenemos tan interiorizada no ha sido siempre la forma de hacer las cosas, o que son un desarrollo reciente, creo que ya has enganchado su atención. Hacer a la gente que se plantee una duda es una excelente forma ya no sólo de cultivar la curiosidad, sino a partir de ahí hablarle de temas y procesos más complejos que van más allá de la anécdota.
¿Qué retos encuentras en la divulgación científica en comparación con la investigación académica tradicional?
Bueno creo que el principal reto son los ritmos y la rapidez. En la investigación académica también existe esa presión, a la hora de publicar, pero se entiende que vas a publicar en torno a tu línea de investigación. En divulgación a veces te piden que hables de todo y que sepas de todo, sobre todo cuando salta alguna noticia que llama la atención. Y como divulgadores a menudo tenemos el impulso de hablar de eso. Pero obviamente muchas veces no da tiempo de investigar, o de ordenar tus ideas. También, como arqueólogo, muchas veces me pasa que, incluso mentalizándome de que estoy divulgando, hay cosas que asumo que son “conocimiento general”, y que no hace falta explicar, y resulta que no lo son. Me pasa mucho con términos que para mí son comunes, y no es hasta que alguien me pregunta que me doy cuenta de que no lo son tanto.