Damià Ramis es licenciado en Historia por la Universidad de las Islas Baleares, doctor en Prehistoria y Premio extraordinario de doctorado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Es miembro del Consejo Científico de la Agencia Menorca Talayótica. En el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados se especializó en Arqueozoología, realizando su tesis doctoral sobre el Estudio faunístico de las fases iniciales de la Prehistoria de Mallorca. Desde 2003 ejerce la arqueología como profesional independiente, habiendo dirigido o codirigido 77 campañas de excavación arqueológica, todas ellas en Baleares y en Cerdeña. Es autor o coautor de 150 publicaciones científicas de carácter arqueológico.
Actualmente, codirige los proyectos de Cornia Nou, Coll de cala Morell y Sant Agustí Vell en Menorca; y s'Hospitalet Vell, Sa Ferradura y las Atalayas de Can Jordi en Mallorca. También es miembro del equipo del proyecto de excavación del poblado nurágico de S'Urachi (Cerdeña).
¿Cómo surgió su interés por la arqueología?
De pequeño ya me gustaba la historia y la arqueología. Cuando empecé la carrera de Historia en Palma se dieron diferentes circunstancias: por un lado, en el mismo curso coincidimos un grupito de alumnos interesados en la arqueología que nos fuimos animando juntos. Por otro lado, en aquellos años, a mediados de los 90, se reactivaron los proyectos arqueológicos en Mallorca y esto nos permitió participar en muchas excavaciones como voluntarios. Conocimos a arqueólogos y también aficionados que llevaban muchos años colaborando en excavaciones. Trabajar con ellos y escuchar sus historias me hizo descubrir todo un mundo que me atrajo mucho.
¿Y qué es lo que le hizo decantarse por el estudio de la cultura talayótica?
De hecho, empecé por el extremo opuesto de la prehistoria balear, estudiando aspectos del primer poblamiento de las islas. Nunca me he especializado específicamente en el estudio del talayótico, pero las circunstancias han hecho que cada vez una parte más importante de mi trabajo esté relacionada con este período. Me incorporé a proyectos ya existentes de excavación en yacimientos talayóticos y hemos iniciado otros, pero seguimos trabajando en poblados de la época anterior. Este desarrollo de una primera cultura autóctona isleña, como es la de las navetas de habitación, lo encuentro fascinante. Ahora bien, estas aldeas acaban con el inicio del talayótico, lo que nos hace ver que existe un hilo conductor que liga toda la prehistoria menorquina y que sólo una visión transversal puede permitirnos enfrentarnos a los grandes temas. Y, en este sentido, la gran pregunta de la prehistoria de Menorca y de Mallorca es por qué el mundo de los poblados de navetas entra en crisis y es sustituido por una cultura que se dedica a construir torres monumentales.
Como investigador, ha trabajado en proyectos arqueológicos en todo el Mediterráneo, especialmente en Mallorca y Menorca. ¿Qué hace singular a la cultura talayótica menorquina con respecto a sus contemporáneos?
La cultura talayótica de Menorca no presenta manifestaciones tan monumentales, ricas o creativas como la cultura nurágica de Cerdeña y, por otra parte, muestra semejanzas muy claras con el mundo talayótico mallorquín. El canal de Menorca fue siempre un espacio de circulación de personas, objetos e ideas entre las dos islas; pero también marcó una criba. Esta tensión entre un origen compartido y unos lazos evidentes con Mallorca, por un lado, y el sentimiento de una identidad propia como isla, por otro, se perciben claramente a la hora de observar las manifestaciones culturales talayóticas. En este sentido, la cultura talayótica de Menorca es original y única, puesto que refleja toda la parte final del proceso de creación de una identidad propia por parte de un pueblo que se estableció hace unos cuatro mil años en una isla virgen y que desaparecería repentinamente, sin dejar ningún elemento de continuidad, poco después de la conquista romana.
En su trayectoria como investigador, ¿cuáles son los proyectos que más le han marcado o que hayan supuesto un punto de inflexión en su carrera?
Seguramente fue el primer proyecto, o conjunto de proyectos, en los que participé desde 1998 y durante una década, y que consistió en la revisión del primer poblamiento humano de Baleares. Fue una investigación que generó debate, polémica y enfrentamientos. En ese contexto es donde me formé como investigador y realicé mi tesis doctoral. También tuvo un eco internacional importante. Esto me permitió entrar en contacto con arqueólogos y otros especialistas de todo el mundo, con algunos de los cuales después acabaría colaborando. Precisamente fue Lluís Plantalamor quien me propuso venir a trabajar a Menorca.
En el Proyecto Entre Illes empezaron a excavar de cero. Gracias a los trabajos de su equipo ahora sabemos que sus habitantes eran campesinos y que practicaban la metalurgia. ¿Qué singularidades más muestra este poblado, ubicado en un sitio tan inaccesible e inhóspito?
Nuestra hipótesis de partida cuando, en 2011, empezamos a excavar es Coll de cala Morell es que se trataba de un asentamiento vinculado a las redes de navegación y comercio exterior del fin de la edad del bronce. Después de doce años de investigación, no se han encontrado evidencias de navegación, comercio marítimo o pesca. El mar no fue un factor importante a la hora de fundar el asentamiento. En cambio, como has dicho, se trata de un poblado habitado por una comunidad campesina. Tiene dos grandes cisternas de recogida de agua de lluvia, que no dejan ninguna duda sobre el carácter estable de la ocupación. Su cronología tampoco es la que se había supuesto inicialmente, ya que, al igual que los otros asentamientos de navetas que se han estudiado en Menorca, el Coll de cala Morell se abandona hacia 1200 a.C., coincidiendo con las primeras evidencias de construcción de talayots en la isla.
Por tanto, la interpretación más razonable que surge sobre la ubicación del poblado es la preocupación defensiva de sus habitantes. Teniendo en cuenta que el muro de cierre protege el acceso desde tierra firme, todo ello plantea la existencia de una conflictividad, posiblemente de una intensidad baja. Es un tema complejo, porque el Coll de cala Morell convive con otros poblados cercanos, como el de Clariana, situados en zonas llanas y sin elementos defensivos visibles. Pero, a su vez, en la zona del Valle existen varios poblados de navetas situados en colinas y amurallados, como el de sa Bassa Verda.
El proyecto de Cornia Nou despierta también mucho interés campaña tras campaña. ¿Qué avances ha supuesto en el conocimiento de los talayóticos? ¿Estamos más cerca de poder determinar la función de los talayots?
Cornia Nou destaca, especialmente, por sus aportaciones a la fase inicial de la cultura talayótica, que hasta ahora se conocía sobre todo a partir de los yacimientos funerarios. Las excavaciones de estos últimos quince años han proporcionado información muy valiosa sobre la comunidad campesina que lo habitó entre 1000 y 500 a.C. Han permitido definir el tipo de agricultura, ganadería y las estrategias de pasto que practicaban, dentro del contexto de una sociedad compleja, con un tipo de organización del trabajo de carácter comunitario en el interior y en torno a los edificios excavados. Hemos podido determinar que el gran talayot del yacimiento forma parte, posiblemente ya desde su concepción, de un conjunto arquitectónico con dos grandes edificios adosados en los que tenían lugar trabajos de transformación y almacenamiento de productos agropecuarios.
En este contexto, y teniendo en cuenta la gran inversión de trabajo en su construcción, es evidente el significado social y simbólico del talayot. Ahora bien, sobre las actividades concretas que tenían lugar en la plataforma superior de los grandes talayotes macizos, todavía nos movemos en el terreno de las especulaciones, ya que este piso, por desgracia, no se había conservado. Sin embargo, probablemente los talayots tenían funciones diversas. En este sentido, el talayot pequeño de Cornia Nou es en realidad el portal monumental de acceso a un recinto fortificado situado en una colina. Estos próximos años tenemos el objetivo de investigar esta muralla vinculada al talayot, que pertenece a un momento en el que resulta inesperado encontrar un asentamiento fortificado. Cornia Nou nunca deja de sorprender.
Ahora que ya tenemos fecha para el Comité de Patrimonio Mundial en septiembre, ¿qué retos cree que tiene por delante MT más allá de conseguir ese reconocimiento internacional?
Lo que ha quedado finalmente definido como Menorca Talayótica creo que debe ser considerado como la parte representativa de una realidad mucho mayor, como es el conjunto del patrimonio arqueológico de la isla. Posiblemente, mi visión respecto a las motivaciones globales de la candidatura es incompleta o sesgada, pero creo que los objetivos fundamentales a largo plazo deben ser la conservación y conocimiento de todo este patrimonio. Y estos son aspectos sobre los que se ha trabajado muchísimo durante los años de preparación de la candidatura. Hace quince años nunca hubiera pensado que hoy nos encontraríamos en una situación así de favorable. El conocimiento, la sensibilidad y el interés por parte de la población menorquina han aumentado de forma muy relevante, y también se ha dinamizado la investigación arqueológica. Creo que los retos futuros consisten sobre todo en consolidar y potenciar lo logrado.
Por lo que se refiere a la investigación científica, sería interesante integrar Menorca en estudios de ámbito internacional, como los del ADN humano antiguo, que están proporcionando resultados muy relevantes, y de gran difusión, estos últimos años en el Mediterráneo. Y, desde un punto de vista local, existen temas concretos sobre los que hace falta profundizar especialmente, como lo que ya hemos llamado del origen de la cultura talayótica, y también su final. Esto último pasa necesariamente por una dinamización de la arqueología de época clásica que permita explicar el proceso de romanización de la isla y la desaparición de todo el sustrato anterior. Pero todo llegará.