Marga Sánchez Romero es una académica y divulgadora especializada en Prehistoria, además de ser vicerrectora de Extensión universitaria, Patrimonio y Relaciones Institucionales en la Universidad de Granada, donde es catedrática de Prehistoria en el Departamento de Prehistoria y Arqueología.
Su investigación se centra en destacar el papel crucial de las mujeres y la infancia en las antiguas sociedades prehistóricas. Junto a otras colegas fundó el proyecto Pastwomen, orientado a visibilizar las investigaciones en arqueología e historia relacionadas con la cultura material femenina.
Ha realizado estancias de investigación y docencia en las Universidades de Bergen (Noruega), Helsinki (Finlandia), Cambridge (Reino Unido), Hull (Reino Unido), La Habana (Cuba), Comahue y Lujan (Argentina), Los Lagos (Chile) o la Universidad Autónoma de Puebla (México). Además, ha impartido docencia en distintos grados, másteres, cursos de posgrado, conferencias, congresos y seminarios nacionales e internacionales.
Ha sido directora general de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía; vocal de la Comisión Técnica del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera; asesora científica en el expediente para la inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO del Sitio de los Dólmenes de Antequera, y asesora en la elaboración del Plan Estratégico 2017-2020 del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.
Además, es colaboradora habitual del programa “El condensador de fluzo” en La 2 de RTVE. Ha sido galardonada con el Premio Carmen de Burgos a la divulgación feminista de la Universidad de Málaga, y con el Premio Granada, Ciudad de la Ciencia y la Innovación, en la categoría de Mujeres en la ciencia.
Recientemente, ha visitado nuestra isla para
presentar su libro Prehistorias de mujeres en el Museu de Menorca.
Empecemos por conocer un poco su trayectoria. ¿Qué le hizo dedicarse al estudio de la prehistoria?
Es curioso, porque yo no pensaba estudiar arqueología, ni prehistoria. Yo hice la licenciatura de Geografía e Historia porque quería estudiar Historia del Arte, pero cuando descubrí que podíamos conocer a las poblaciones del pasado únicamente a través de los restos materiales como cuerpos, objetos o construcciones, eso me fascinó.
En prehistoria no disponemos de textos, así que todo depende de la capacidad que tengamos de obtener la mejor información posible de las excavaciones que hacemos, y de plantear metodologías de análisis cada vez más sofisticadas que nos permitan ese acercamiento tan particular a las personas del pasado.
¿Cómo surge su interés por el estudio del papel de las mujeres en las sociedades prehistóricas?
Pues cuando descubrí que no habíamos sido incluidas en lo que contamos sobre las sociedades del pasado (de cualquier pasado). A mí de la prehistoria me interesa cómo la gente ha sido capaz de entender y de relacionarse con el mundo a través de la tecnología, del conocimiento, del trabajo, del cuidado. Y si las mujeres y sus experiencias no están incluidas en esa ecuación, es que algo no estamos haciendo bien.
¿Y por qué la arqueología ha dejado de lado a las mujeres durante tanto tiempo?
Cuando la arqueología aparece como disciplina científica en la segunda mitad del XIX, quienes se dedican a ella son los hombres de las élites intelectuales y económicas a los que les preocupan cuestiones como el papel que juega la violencia y la guerra en la consecución y el mantenimiento del poder, qué tecnologías hacen avanzar al mundo o como se construye la desigualdad y la jerarquización social.
Las mujeres no estamos en esas narrativas que se construyen sobre el pasado más remoto porque en ese momento ni siquiera podemos votar, no tenemos ninguna relevancia social, política o económica para esos hombres, no hacemos nada que ellos consideren importante. Así que, ¿por qué van a ser incluidas en la historia? Hasta hace muy poco tiempo, prácticamente no aparecemos ni en los museos, ni en los textos escolares, ni en los científicos, ni en los divulgativos.
¿Cuándo entra la perspectiva feminista en la arqueología?
A finales de los años 70, las primeras arqueólogas que hablan de arqueología de género y feminista son las escandinavas, y poco después las anglosajonas. El artículo que inicia la preocupación por los aspectos teóricos y metodológicos es “The archaeology and the study of gender”, de Meg Conkey y Jane Spector, y se publica en 1984. Pero a pesar de que hace realmente muy poco tiempo, esta perspectiva ha crecido de modo exponencial y hoy en día tenemos una enorme fortaleza, tanto en lo teórico como en lo metodológico y en los casos de estudio que conocemos.
En su libro se plantea ese cambio de perspectiva en el relato histórico, rompiendo estereotipos e ideas preconcebidas. ¿Cómo han influido esos relatos de cómo era la mujer en la prehistoria en nuestro presente?
Esa mirada construida sobre lo que los hombres y las mujeres hacen en el pasado nos sigue afectando hoy porque
se ha hecho para sostener la desigualdad actual. Si mujeres y hombres no hemos participado por igual en las sociedades, si las mujeres hacemos cosas que no tienen relevancia, ¿por qué debemos tener los mismos derechos? Si los hombres son los únicos que han organizado, inventado, creado, peleado, pensado, actuado... ¿no es normal que sean ellos los que tienen el derecho y la capacidad para gobernar?
Y si esta idea de lo que hacemos hombres y mujeres para construir las sociedades te la llevas a la prehistoria, es decir, a nuestros inicios como especie humana, como sociedad, ¿no la estás haciendo casi esencial? Es como decir: no te empeñes en acabar con la desigualdad porque forma parte de quienes somos, y eso no es verdad.
Usted afirma que “hacemos mejor ciencia cuando incluimos a las mujeres” y que su “mayor apoyo es el dato científico”. Aquí mismo, todavía no hay mucha información sobre la mujer en la Menorca Talayótica. ¿Qué papel tienen las nuevas tecnologías en estos nuevos discursos científicos?
Las metodologías de análisis de las que disponemos en la actualidad (el estudio del ADN, de los isótopos, la mejora del C14 y el análisis de los péptidos y de los contenidos cerámicos…) nos proporcionan una información crucial para conocer a las personas del pasado, nos hablan no solo de sexo y edad, sino también de enfermedad, esfuerzo físico, dieta, procedencia, migraciones... Pero eso no es lo más importante.
Lo más relevante que el feminismo ha traído a la arqueología es que ha hecho preguntas distintas, preguntas que no se habían hecho hasta ahora, incluso preguntas que aún no se pueden contestar, pero que el hecho de hacerlas nos pone en el camino a contestarlas. ¿Que aún no vemos a las mujeres? Salgamos a buscarlas.
Con esas evidencias científicas en la mano, se demuestra que las mujeres también cazaban, pintaban, fabricaban útiles y también eran guerreras. Si las mujeres estaban ahí, ¿por qué negarlas?
Pues porque en esa construcción de los discursos históricos, esas cosas que mencionas son las importantes, las que han hecho que avancemos como sociedad, así que deben estar en manos masculinas.
Si demostramos que las mujeres también están participando de manera activa en esas actividades, ¿cómo justificamos la mayor importancia de los hombres? Esta idea preconcebida, este estereotipo es tan fuerte que a veces hasta se ha negado la realidad científica, como pasó por ejemplo con el caso de la guerrera de Birka.
Así mismo, usted señala que la menstruación, la lactancia, el parto y los cuidados se han olvidado del relato histórico…
Sí, porque se ha considerado que son cuestiones biológicas que no tienen nada que ver con la cultura y que, por tanto, no tienen que ver con lo social, lo económico o lo político. Las mujeres somos naturaleza, no cultura. Pero yo me pregunto, ¿todas las mujeres en el mundo dan a luz de la misma forma? ¿En los mismos espacios, acompañadas de la misma gente? ¿En la misma posición? ¿Con los mismos recursos médicos? No es así, ¿verdad? Por tanto, no es solo biológico, es también social, político, ritual...
Sobre la lactancia, mira la cantidad de debates que hay en la actualidad, pues en la prehistoria también se toman decisiones: a quién se desteta antes, ¿niños o niñas? ¿Hasta qué edad? ¿Se alarga la lactancia porque las criaturas tienen problemas de salud? Preguntas que ahora podemos contestar y que nos demuestran, una vez más, que
no todo es biológico y que, por tanto, necesitan explicación histórica.
Usted es una de las fundadoras de Pastwomen, un proyecto que concibe la arqueología como instrumento de transformación social. ¿Cuál es su objetivo?
Pastwomen es un recurso web que tiene como objetivo dotar de visibilidad a las líneas de investigación en arqueología e historia que se vinculan al estudio la cultura material de las mujeres, al tiempo que pretende proporcionar recursos actualizados desde las perspectivas feministas a todos los sectores involucrados en la divulgación histórica.
Nos dimos cuenta de que por mucho conocimiento que fuésemos capaces de obtener, si no éramos capaces de transmitir ese conocimiento a la ciudadanía no íbamos a ser capaces de transformar la sociedad, que es nuestro propósito. Así que empezamos creando imágenes, ilustraciones en las que había mujeres, hombres, criaturas, personas de edad avanzada, con distintas capacidades... Es decir, las sociedades al completo.
A partir de ahí, pues impartimos cursos al profesorado, creamos itinerarios específicos, tenemos un calendario cada año maravilloso que se puede descargar, y ahora iniciamos una revista de arqueología feminista.
¿Y qué proyectos tienen ahora en marcha?
Seguir avanzando en la generación y transmisión del conocimiento de todas las formas posibles, queremos seguir transformando el mundo en el que vivimos, haciéndolo más igualitario e inclusivo,
sumando conocimientos sobre las mujeres porque eso supone sumar conocimientos sobre quienes somos.