Llorenç Picornell es arqueólogo e investigador del Grupo de investigación ArqueoUIB del Departamento de Ciencias Históricas y Teoría de las Artes de la Universidad de las Islas Baleares. Licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona en 2006, se doctoró en Ciencias de la Antigüedad en 2012 con la tesis titulada “Paisaje vegetal y comunidades prehistóricas y protohistóricas en Mallorca y Menorca. Una aproximación desde la antracología». Así, Llorenç es especialista en esta disciplina arqueobotánica, la antracología, que se centra en el análisis de los restos de madera y de carbón recuperados en contextos arqueológicos.
Además de su labor en antracología, que se ha centrado principalmente en las islas del Mediterráneo como Baleares, Creta, Sicilia y Córcega, también ha realizado estudios etnobotánicos sobre el uso de la madera en sociedades no occidentales, específicamente en Guinea Ecuatorial y Ghana. Asimismo, tiene planes para realizar investigaciones similares en Tanzania y Sri Lanka. Recientemente ha participado en el seminario
"Menorca Talayótica, patrimonio mundial: el papel de la investigación", organizado conjuntamente por la Agencia Menorca Talayótica, el Museu de Menorca y el Museu de Can Saura.
Aquí pueden recuperar su intervención.
Empecemos por conocer un poco tu trayectoria. ¿Por qué te decantaste por la arqueología?
¡Pues no lo tengo muy claro, la verdad! Recuerdo que de pequeño siempre me había llamado mucho la atención la historia, una inquietud que compartía con mi padre y mi madre y con los abuelos y abuelas, con quienes a menudo hablábamos del pasado. Después, ya durante el bachillerato, leer algún libro e ir a excavar en el yacimiento de Son Fornés, muy cercano a mi pueblo, acabaron dirigiendo esta inquietud por el pasado hacia la prehistoria.
¿Qué despertó tu interés por la cultura talayótica?
En un inicio, mi interés en la prehistoria estaba más centrado en las fases más antiguas, en el paleolítico, que no tenemos documentadas en Baleares. Pero la participación en excavaciones durante los veranos en Mallorca hizo que conectara con la arqueología prehistórica de Baleares como parte de mi propio paisaje. Además, al ir interesándome en temas relacionados con el paisaje, estudiar un tipo de vegetación que me era familiar y unas culturas, como la navética y la talayótica, que estructuraron los paisajes con impresionantes monumentos, me motivó mucho a empezar a formarme como antracólogo y a realizar una tesis doctoral. ¡Y hasta hoy que sigo estudiando carbones talayóticos!
Te has especializado en antracología y paleobotánica. ¿Qué información nos da el paisaje vegetal sobre las sociedades prehistóricas?
El estudio de restos arqueológicos de plantas nos ofrece una muy buena vía para analizar lo que conocemos como procesos socioambientales, es decir, cómo se estructuraron las relaciones sociedad-medio ambiente a lo largo del tiempo y desde la prehistoria. En el caso concreto del estudio de los fragmentos de carbón procedentes de yacimientos arqueológicos (antracología), esta técnica nos permite identificar de qué especie concreta procede cada pequeño fragmento de carbón. Identificando este tipo de restos, obtenemos información tanto sobre la vegetación que formaba parte de los paisajes prehistóricos y de sus cambios a lo largo del tiempo, como del uso que hicieron las comunidades humanas.
¿Cómo puede ayudarnos a entender la historia de los paisajes que tenemos hoy en día?
Los fragmentos de carbón, en la mayoría de los casos (aunque cabe destacar que no siempre) representan los residuos del uso de la biomasa vegetal leñosa (es decir, de la leña) como combustible. El consumo de leña constituye una tarea constante, diaria, para satisfacer las necesidades energéticas en el ámbito doméstico (como por ejemplo cocinar, calentar, iluminar) y en el ámbito productivo (cobre cerámica, fundir metal, etc.) . De esta forma, los grupos humanos generan estos residuos de forma constante y forman el registro antracológico, que nos permite ver tanto cuál ha sido la dinámica de la vegetación a lo largo del tiempo como la forma en que ha sido explotada como recurso. Así pues,
la antracología nos explica tanto la historia botánica como social de los bosques, y nos permite entender mejor su historia y su composición actual.
¿Cómo conocer el paisaje del pasado y el uso que hacían las comunidades prehistóricas?
Aparte de los carbones arqueológicos, existe una diversidad de otros tipos de restos que nos permiten trazar la historia de las relaciones complejas y dinámicas que se establecieron entre las comunidades prehistóricas y su entorno. Por un lado, tenemos
restos de plantas y animales que aparecen, junto con los carbones, en los yacimientos arqueológicos, como los granos de polen, las semillas, los frutos o los huesos de animales. Estos restos, que llamamos bioarqueológicos, nos permiten estudiar cómo era el paisaje, cómo era la producción agrícola y ganadera, cómo se explotaban los recursos silvestres, etc.
Por otro lado los registros paleoambientales, es decir, los
sedimentos depositados en lagunas litorales, en albuferas y en otros ambientes similares, permiten la preservación y datación de otros tipos de restos de plantas y de marcadores paleoambientales, como los granos de polen, las esporas de hongos y otros microrrestes biológicas. El estudio de todos estos restos nos permite reconstruir los paisajes del pasado más remoto y evaluar qué impacto tuvieron las sociedades humanas.
Menorca es la isla balear donde se han realizado más estudios paleoambientales. ¿Cuáles han sido los estudios más importantes?
Efectivamente, el número de secuencias paleoambientales estudiadas y publicadas en Menorca es superior a las del resto del archipiélago. Se han ido desarrollando en lagunas litorales como las de Son Bou, Albufera des Grau o Addaia, entre otras. Creo que la importancia de estas secuencias radica precisamente en la complementación de unas con otras, que han ido incorporando nuevos indicadores paleoambientales a medida que éstos se iban consolidando en la disciplina, y nos permiten ir viendo cómo se concretan procesos y dinámicas ambientales y paisajísticas en lugares diversos de la isla.
¿Cómo era el paisaje en tiempo de los talayóticos?
Y tanto los estudios bioarqueológicos como los paleoambientales coinciden en que
este paisaje era muy similar al actual en cuanto al tipo de formaciones vegetales y su estructuración. En ese momento se acaba de consolidar un proceso de transformación paisajística iniciado pocos milenios antes, donde se pasa de una vegetación más frondosa a una generalización de las maquias, muy especialmente del acebuchar. Éste era el tipo de bosques que pensamos que dominaba el paisaje talayótico. Sin embargo, evidentemente se combinaba con otros tipos de formaciones tanto forestales, como los encinares o algunas masas de pinar, como otros tipos de formaciones como los prados, vegetación de ribera en torrentes o vegetación de zonas húmedas, que crecían en lugares más limitados territorialmente y con unas condiciones más específicas.
¿Y cómo aprovechaban los recursos forestales?
Los talayóticos obtenían el principal recurso forestal, la leña, para satisfacer sus necesidades energéticas, en los acebuchales. De hecho,
el acebuche fue el principal combustible empleado a lo largo de todo el período talayótico. De este mismo tipo de formaciones proceden otros recursos empleados como la madera para la construcción y para la fabricación de objetos. Hay que pensar también que se aprovecharan los espacios forestales para obtener otros recursos no leñosos y para desarrollar otras labores productivas. Por ejemplo, los estudios de restos de fauna nos muestran cómo las ovejas se alimentan a menudo de vegetación leñosa, es decir, bien pastan en estos bosques o bien se les aporta vegetación leñosa para que se coman la hoja (o las dos a la vez).
Asimismo, se abren espacios abiertos en masas forestales para poder desarrollar los campos de cultivo. Con todo ello, este sistema agro-silvo-pastoral fue interactuando con la vegetación de la isla de Menorca y
definió lo que conocemos como un paisaje en mosaico, en el que se alternan espacios más forestales con espacios abiertos y setos. Un tipo de paisaje que perduró a lo largo de los cerca de dos mil años de prehistoria menorquina y que ha sido maleable para llegar hasta el día de hoy.
¿Cuáles son las líneas de estudio que pueden dar más frutos en un futuro próximo?
¡Uy, nos queda mucho camino por recorrer! Creo que a día de hoy se ha hecho mucho trabajo, tanto en bioarqueología como en arqueobotánica, y se han recogido frutos muy importantes que han tenido, por ejemplo, un impacto positivo en la confección de la candidatura de Menorca Talayótica. Ahora bien, en investigación arqueológica el hecho de generar nuevas informaciones que responden a unas preguntas concretas, siempre generan también nuevas.
Creo que en un futuro el desarrollo de nuevos estudios arqueobotánicos, zooarqueológicos y paleoambientales, así como la aplicación de técnicas que van más allá de la identificación taxonómica de los restos, nos ayudará a ir definiendo mejor el rompecabezas que representa el estudio de las interacciones entre las comunidades prehistóricas y su paisaje.